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    Ma Soledad Fernandéz

    Paisanita Editora

    -

    Obra ganadora del 2° Concurso de Narrativa Bernardo Kordon


    "Llego a la dirección que me pasó mamá por mensajito, hace un rato. "Liberaron el cuerpo. El velatorio es en 54 y 18, a las 7. No llegues tarde". Mamá siempre tan dulce. No deja de aleccionarme ni siquiera en momentos como este. Ni a mis treinta y tantos que tengo. Cada comunicación es una oportunidad para marcarme las fallas, lo lejos que estoy de su "deber ser". Llego apurada, son siete y veinte. "Seguro que me va a poner su típica cara de traste", pienso. Pero no. Parece que esta vez zafo.


    Me paro frente a la casa velatoria y observo las puertas cerradas; no hay nadie. Me pregunto si me equivoqué de dirección o si tal vez mamá me mandó a otro velorio. Puede ser, después de todo, quizás no quiere que despida a papá. No, imposible. "Las formas, Carolina, están ante todo". Jamás hubiera permitido que el mundo hable de nosotros. De la familia.


    Hay un perro en la vereda sentado justo en mi camino. Atravesado, obstaculizando el paso, lamiendo sus partes y ajeno a lo que lo rodea. Imagino que está siempre ahí, en cada velorio. Juzgando a los integrantes de las familias. Quién llora más, quién hace los chistes."

    Un perro en la puerta de la sala velatoria

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    Ma Soledad Fernandéz

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    Obra ganadora del 2° Concurso de Narrativa Bernardo Kordon


    "Llego a la dirección que me pasó mamá por mensajito, hace un rato. "Liberaron el cuerpo. El velatorio es en 54 y 18, a las 7. No llegues tarde". Mamá siempre tan dulce. No deja de aleccionarme ni siquiera en momentos como este. Ni a mis treinta y tantos que tengo. Cada comunicación es una oportunidad para marcarme las fallas, lo lejos que estoy de su "deber ser". Llego apurada, son siete y veinte. "Seguro que me va a poner su típica cara de traste", pienso. Pero no. Parece que esta vez zafo.


    Me paro frente a la casa velatoria y observo las puertas cerradas; no hay nadie. Me pregunto si me equivoqué de dirección o si tal vez mamá me mandó a otro velorio. Puede ser, después de todo, quizás no quiere que despida a papá. No, imposible. "Las formas, Carolina, están ante todo". Jamás hubiera permitido que el mundo hable de nosotros. De la familia.


    Hay un perro en la vereda sentado justo en mi camino. Atravesado, obstaculizando el paso, lamiendo sus partes y ajeno a lo que lo rodea. Imagino que está siempre ahí, en cada velorio. Juzgando a los integrantes de las familias. Quién llora más, quién hace los chistes."

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