Hace algunos, varios años, iba caminando por barrio Guadalupe cuando paso por enfrente de una de esas tantas casas castillos en la que en su frente había un contenedor.
Sí, siempre miro contenedores, para ver si encuentro algo que estaba buscando y no lo sabía. Y así fue que descubrí un álbum de fotos.
Era de cuero marrón, apaisado, atado en su extremo con una cuerda también marrón, hermoso, acolchonado y cuidado durante unos cuantos años. Adentro, una cantidad de fotos hermosas de un tal, desde su nacimiento, hasta su adolescencia. Me senté en el cordón de la calle, admirada por esos registros que alguien había decidido tirar ¿Por qué? ¿Por qué alguien se deshace de semejante archivo?
Me entere que día había nacido, a que escuela iba, cuando y donde había sido bautizado, cuando le regalaron un perro, que le enseñaron a manejar un arma y unas cuantas cosas más que imaginé viendo su álbum, él era el protagonista.
Al álbum vino conmigo.
Ayer termine de leer “Las Fotos”, de Ines y en un impulso vital, abrí mi caja de fotos y busque esas que hacía mucho no veía. Las acomode como un tetris, una al lado de la otra sobre la mesa para poder verlas todas juntas y ver todo el lugar que ocupan.
Busque su nombre en google, instagram, Facebook en un impulso de hacérselas llegar a sus manos nuevamente (tal vez me quedaría algunas muy hermosas), pero no tuve suerte, aun.
¿Será que nos hemos cruzado en algún bar, en el super, en la costa?
El libro de Ines te despierta ganas de aprender a mirar donde nadie mira, preguntar donde nadie pregunta. Quizá haya alguien buscando esas fotos, buscando a alguien, buscando la foto de su abuelo que nadie tiene, no lo sé.
Pero Las Fotos, increíblemente, traen muchos descansos, revelaciones inesperadas, encuentros que nadie busca pero alguien necesita. Un libro hermoso en sus maneras, en sus historias, en la trama de una foto y la manera de ser contadas.
Guardemos archivos, tal vez alguien alguna vez los necesite.